Recordé, de pronto
un pasaje de mi vida
en el cual habían
cinco casas
y ninguna tenía puerta.
Y las gentes a lo kamikaze
se lanzaban por sus ventanas
quebrando los vidrios
sin temer a nada.
Y cortados, rebanados
exorcizados y golpeados,
se sacudían las ropas,
se meneaban el cabello
y se ponían a caminar,
por las calles adyacentes
que culminaban para ellos
en lugares de trabajo.
Donde no recordaban
ninguna palabra desecha
en los ceniceros apostados
en las mesas de centro,
de aquellas casas
donde nadie fumaba.
CRaSTiaN MoReNo.