El gélido remolino tempranero
me trae tus últimas palabras,
engorrosas en la despedida
desde aquella amarillenta camilla blanca,
desde aquel insensible y lúgubre hospital público.
Y las ventanas aun no se cierran en el golpeteo
y las palabras, la sangre, la tos amigo mío,
respira y resiste la apertura de tu carne.
Somnolientas cajetillas de cigarros destripados
junto a las botellas reventadas,
se confunden con el coagulo de tu asesinato.
Y así amigo mío, nos dejamos de ver,
cuando comenzábamos a entender
el vivir la verdad de cualquier manera.
Ahora la verdad amigo mío es esta:
Tú te vas y yo me quedo
en el cortejo sobre el asfalto,
en la avenida y en los pasajes,
en medio del eriazo olvidado
tras aquella santa y aquellos aromos.
Escuchando tus palabras
en todos los remolinos.
Escuchando tus palabras,
en todos los remolinos venideros.
CRaSTiaN MoReNo.