viernes, 14 de octubre de 2011

40. CuaReNTa.


Podría ser absolutamente cierto como a la vez
que la verdad es tan importante para ambos.
Ser quienes nunca se ocultan y nunca se alejan
ser quienes nunca se marchan y nunca se despiden.

Podría ser, tal vez, que la música cale tan hondo
como las llamas de sus palabras y las manos de sol
los ojos de avellana y la sonrisa que abraza
cuando no me quedo y cuando no me largo.

Podría pasar que los viajes de ida y regreso
se terminaran al llegar y no dejar de refrescar
la boca y las manos, la mirada y los pasos
el vaivén de vereda, baldosa, alfombra y cielo.

Cielo lleno de ventanas y cortina
que baila con el viento norte que no llueve
y le regala sus pasos y su cintura y su vidrio
pero no se arroja, no quiere romper su reflejo.

Otra vez los días son lo que fueron, sea como sea
que el cielo se vea y me vea, me hostigue o asfixie.
Otra vez las manos vuelven a tener el tacto suficiente
como para no hacer mella en la porcelana helada.

Una ventana que me lleva a través de otras
a mirar el viento y dejarle entrar.
Una cortina que baila con él.
Otra vez se vuelven uno.
Como las llamas de tus manos, fuego de sol
como el sol aquel de esta mañana
que no se escondió nunca
y supo despertarme
con un abrazo lleno de rayos de girasol
manuscrito en la quebrada
bajando hasta lo más alto
rodeando la curva lentamente
hasta alejarme de aquella esquina
que me vio agonizando en el retorno
y me hiso voltear a ver lo que no podía
un sueño hecho realidad
en una realidad paralela.
Un sueño que no se aleja
más de lo que no nos acercamos.

Un día que se queda
por todos los días que faltan.

La verdad es que: la verdad,
es lo único que cuenta.




CRaSTiaN MoReNo.