lunes, 13 de febrero de 2012

50. Voy a pegarle al uno y el uno meterá quince y trece.


Voy a pegarle al uno y el uno meterá quince y trece
y esa buena suerte de martes y viernes
me llevará hasta la ocho y así terminará.

Terminará como aquella vez que nos fuimos
caminando hasta mi isla desde tu playa
y luego volvimos sin saber de la hora ni de las olas,
no había luz par ellas, ellas dos, ellas tres.

Eran cuatro finalmente, cuatro bolas
y emborrachándome como lo hacía,
solté el taco en el momento menos indicado
y tomé su tobillo desnudo que me erizó la sangre.

La sangre sobre el paño rojo
oscureció un poco el borde puntiagudo.
Como a un mantel manchado de aceite año tras año.

(No merecemos morir sobre una mesa ajena)

Los pillos que te saqué y los que me mamé
estaban ligados a tu garganta de calco aquella noche otoñal,
ligadas a tu sonrisa vidriosa, cálida extrañeza
que recuerdo ahora como la oportunidad
que tubimos para hablar un poco mas.

No apostamos dinero, pusimos extremidades
pusimos destapador y cenizero
y mucho hielo sobre los cuerpos,
evitando por unos minutos quemarnos
en la fragua tuya y el tizón mío.

Finalmente tuyo de todas maneras.
De toda la madera en la hoguera
nos quedó una braza perpleja de si misma,
se sonreía mirándose en las paredes luminosas.

Finalmente, el calor se nos escapó
y como siempre, lanzamos bencina y
encendimos un maldito volcán
y nos abrazamos en su falda mientras erupcionaba
y nos dejamos llevar por la marea monstruosa
de la Pompeya y del Vesubio,
una mas una más y unas más.

Recuerdo la siguiente jugada y le voy al maldito ocho,
y así también, aparece el pequeño recuerdo
de la pequeña sala, del pequeño dormitorio
de la pequeña mesa, del pequeño entuerto
y te abrazo de oso, sentándote sobre mi.

Me das la espalda y te beso el cuello
helado de mañana de ventana abierta
y tú quiebras tu brazo para abrazarme,
tocándome el cabello.

Me endereso en la misma posisión contigo a cuestas,
aprieto con mi pulgar tu pecho sonriente
y disparo a tu ceguera con mi visión llena de ti.

Así es como tuerzo tu cabeza para verte directo a los luceros.
Y te demuelo el umbral para botarlo sobre ambos
y no dejarnos salir de ahí mientras olemos nuestros torsos
cayendo por la cascada tibia de todo el poder que viene
de nuestras pieles que se merecen, la una a la otra
y nuevamente, vuelvo a nuestra jugada.

Nuestra jugada perdida en el tiempo del talco y la tiza,
la prisa y la risa, las malditas anfetaminas y las lineas
y el hielo undido en el JotaDe, como le nombraras,
en la misma mesa, la roja, la colmilluda, triangulos decapitados
y torpedera descalibrada de nuestros pensamientos
palabras desaliñadas aun, aun cuando nos endurecíamos
se llevaban bien, muy bien, demasiado bien.

Muy bien, por el momento, muy bien.
Luego tú te pusiste tacos y rajamos el paño
y tu tobillo suave me boló la jugada
y cometimos el mismo error de todas las veces,
nos enamoramos el uno al otro,
otra vez.

Y le pego al cuatro.
Meto la ocho
y de pegarle con el efecto pasado
se me resbala la blanca
por la buchaca izquierda
frente a mi,
ahí es cuando uno quisiera: no estar ahí.

Y tú, como escuchándome,
mirándome dijiste: LES GOU!!!

Y te solté el taco
y me volaste la jugada.




CRaSTiaN MoReNo.